Investigaciones y avances en torno a la COVID-19
Los grandes desarrollos de investigación científica requieren tiempo pero, apremiados por la pandemia, hemos conseguido movilizar recursos de todo tipo para combatir la COVID-19. Como ocurre en toda gran crisis, los avances que se han conseguido desarrollar traerán beneficios y propiciarán nuevas líneas de investigación científico.
En este artículo analizamos tres aspectos fundamentales que se han venido desarrollando durante el último año: las vacunas, métodos de diagnóstico rápido y la anticipación para futuras enfermedades.
Las vacunas: un hito histórico
La verdad que el haber podido desarrollar una vacuna segura y efectiva con aprobaciones en diversos países en menos de un año, es un autentico hito.
Mucha gente recela de estas nuevas vacunas por haberse desarrollado en un tiempo récord, pero hay que tener en cuenta que el conocimiento avanza, y las técnicas y metodología actuales no se parecen en nada a las de hace, por ejemplo, 10 años. Cuando yo empecé en un laboratorio, hace casi 20 años, se tardaba dos días de trabajo en secuenciar 400 pares de bases. Actualmente en un día tenemos la secuencia del genoma de una persona. Hace 5 años, hacíamos paneles de citometría de máximo 14 marcadores con suerte. Hoy, podemos hacerlos de más de 40. O, por ejemplo, los primeros arrays de RNA determinaban únicamente la expresión de 96 genes un tejido. Diez años después, podemos secuenciar de forma individual el RNA de miles de células de forma simultánea.
Además de los avances tecnológicos, no hemos de olvidar que esta es una enfermedad que afecta a blancos, guapos y ricos como nosotros. Esto ha hecho que haya habido una inversión pública en ciencia sin precedentes, y que muchos laboratorios hayan estado trabajando sin parar 24/7.
En consecuencia, se ha desarrollado una generación de vacunas basadas en el RNA. Seguro que hemos leído comentarios o visto videos donde se dice que esto tiene grandes riesgos, porque el RNA se podría integrar en nuestro DNA y hacernos transgénicos. Nada más lejos de la realidad y que alguien con unos conocimientos básicos de biología puede desmontar. Es cierto que se trata de una vacuna de RNA, pero se trata de una molécula altamente inestable. Cualquier que haya trabajado en un laboratorio lo sabe, y por eso la vacuna necesita preservarse a -80ºC (aunque aguante 4 o 5 días a 4ºC para su posterior distribución y suministro).
Al inyectar el RNA, este ha de ir en un vector, ya sea una gota lipídica como es el caso de las vacunas de Pfizer y Moderna, o bien en un virus que hemos “vaciado” para meter este RNA pue de lo contrario las células no lo asimilaría como es la de AstraZeneca. Una vez que las células lo captan, básicamente estamos siguiendo “ciclo natural” de la infección porque nuestras células se pondrán a sintetizar copias, no del virus, sino de las proteínas del virus que codifican esas moléculas de RNA. Pero es que además, las células del sistema inmune van a poder reconocer que es un RNA viral a través de TLR7 por lo que se van a activar. La ventaja además frente a las “vacunas clásicas” es que, en una vacuna clásica, inyectamos por ejemplo 100 proteínas del virus y en estas 100 cadenas de RNA. Pero es que estas 100 cadenas de RNA van a activar más y mejor a nuestro sistema inmune, pero a su vez, cada una va a dar lugar a 100 proteínas del virus por lo que indirectamente estamos inyectando 10.000 proteínas del virus. Por eso están siendo tan efectivas.
La ventaja además es que este RNA como digo es muy inestable, por lo que tras haberse traducido a proteínas será degradado pues su vida media es muy corta. Debemos tener en cuenta además que los ensayos de fase I y fase II se han realizado hace meses y no ha habido efectos adversos ligados a esta tecnología. Podemos por tanto estar tranquilos y confiados, puesto que es segura.
Dicho esto, ¿podemos descartar efectos a largo plazo? Por supuesto que no. Por eso ahora empezamos los fase IV, de seguimiento a largo plazo. No podemos descartar que haya por ejemplo inmunidad cruzada en el futuro frente a otras sustancias, pero es el mismo riesgo que tendríamos con una vacuna “normal o clásica”. Es decir, estas vacunas no suponen un riesgo mayor otras vacunas. Personalmente, y esto vuelve a ser opinión personal, creo que son seguras y que apenas tendrán efectos adversos salvo los obvios, como hemos visto esta semana, en la que se ha advertido que no es recomendada para la gente con grandes alergias (y aquí no hablo de un alérgico normal sino de los que deben llevar consigo adrenalina), pero es que para esas personas no está recomendada ninguna vacuna. Podemos estar tranquilos de que la ciencia ha funcionado, y las agencias del medicamento jamás darían la aprobación a una droga que no os fuese a aportar muchas más ventajas que potenciales riesgos.
Los métodos de detección rápida
Los tests de detección rápida han sido otro caballo de batalla. En marzo o abril, la gente reclamaba tests, pero es que no había porque no existían. La única forma era hacer la PCR, y había una crisis mundial de reactivos. En algunos centros había incluso escasez de puntas de pipetas.
Creo que con todo el tema de los test ha habido muchos intereses y mucho negocio. Conozco laboratorios que, en abril, ofertaban test de inmunocromatografía (que tenían fiabilidades del 60%) para diagnosticar. Yo mismamente con una moneda tengo un 50% de fiabilidad, y esos test lo que miden son anticuerpos. Es decir, si hemos pasado la enfermedad, no si la tenemos. Hay laboratorios que incluso hoy día, como la técnica de ELISA es mucho más eficiente para identificar a los individuos que han pasado la enfermedad, ofrecen una inmunocromatografía pero la disfrazan de test ELISA haciendo un análisis de sangre en lugar de una punción en el dedo.
Debemos además tener claro que estos test serológicos, lo que miden son anticuerpos. Es decir, no sirven para saber si estás infectado, sino para identificar quien ha pasado la infección. Esto puede ser de utilidad por ejemplo para que la gente que tiene anticuerpos pueda reunirse con sus mayores de forma más segura y tranquila que los que nos los tienen, pero insisto que no sirven para diagnosticar.
Lo que ha sido una revolución es la llegada de los test rápidos de antígenos, pero estos se siguen basando en la toma de muestras mucosa. Es decir, meter el palito por la nariz. A día de hoy sigue siendo la única forma de diagnosticar. La ventaja de estos tests, que tienen fiabilidades prácticamente iguales a las de la PCR, es que son mucho más baratos y en apenas 15 minutos ofrecen los resultados. Eso sí que es interesante y está permitiendo hacer una monitorización mucho más exhaustiva de la población. Pero insisto que, a día de hoy, los análisis de sangre no sirven para diagnosticar por mucho que los quieran disfrazar, y el palito por la nariz (ya sea para PCR o prueba rápida) es la única forma fiable de diagnosticar.
¿Estaremos preparados en el futuro?
Es difícil saber. Como escuché durante los meses de marzo y abril, el lunes yo también acierto la Quiniela. Creo que el toro nos pilló porque vivimos en una aldea global. China se ha convertido en la fábrica del mundo, y los viajes en avión hacen que mañana podamos estar en otro continente y pasado en un tercero. Con esto quiero decir que esta no ha sido ni mucho menos la primera pandemia que ha asolado la humanidad, pero el resto han sido distintas. Empezaban en un lugar, y se iban expandiendo poco a poco a otras ciudades, pero podían pasar años hasta que llegaban a otro continente, si es que llegaban, y para muestra ahí tenemos el “regalo” que les hicimos los europeos a los nativos americanos al descubrir América.
En cualquier caso, y yendo a la pregunta, es difícil de decir. Los virólogos llevaban años avisándonos de que la pandemia era inminente. Tuvimos el SARS en 2002 y pensábamos que iba a ser esa. Luego tuvimos la gripe aviar en 2006 y también nos asustamos. Posteriormente llegó la gripe porcina o gripe A en 2009 y todo el mundo se preparó para la pandemia que no llegó. El MERS, del que mucha gente no ha oído hablar, lo tuvimos en 2012 pero también se controló. Creo que cuando empezaron los avisos a principios de este año mucha gente (y yo me incluyo) se relajó pensando que esto iba ser volver a ser poca cosa, y no fue así. Estoy convencido de que si no hubiésemos tenido la alarma de 2009 habríamos reaccionado mejor. Pero de nuevo, el lunes yo también acierto la Quiniela.
Lo que sí tengo claro es que la sociedad y los gobiernos parecen haberse dado cuenta de que la inversión en ciencia y en sanidad es necesaria e indispensable, así que esperemos que esta mentalidad se mantenga en el tiempo.
About the Author: David Bernardo
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