¿Puede el SARS-CoV-2 convertirse en un virus endémico?
¿Qué es un virus/enfermedad endémica?
Una enfermedad endémica o endemia es un proceso patológico, normalmente infeccioso, que se mantiene presente de forma permanente o en periodos de tiempo largos en un territorio determinado. Es importante diferenciarlo de una epidemia, que sería un aumento de casos puntual seguido de una disminución o desaparición.
Utilizando ejemplos, la varicela en muchos lugares del mundo, la leishmaniosis o la malaria en el África subsahariana serian endemias. La gripe sería un tipo de epidemia invernal, la cual produce un aumento drástico de casos durante el invierno.
Las enfermedades endémicas tienen una gran repercusión en la vida de las personas, especialmente en países poco desarrollados, donde devastan tanto los sistemas de salud como la economía. La lucha contra las enfermedades endémicas se ha visto lastrada por obstáculos sociales, jurídicos y económicos, con unas diferencias en financiación que explican la presencia de la mayoría de estas graves enfermedades en estos países. Estas son algunas de las principales razones por las que el VIH, la tuberculosis, el paludismo, las hepatitis víricas y las enfermedades tropicales siguen matando a más de 4 millones de personas cada año.
¿Puede el SARS-CoV-2 convertirse en un virus de este tipo?
Como hemos visto en los últimos dos años, proferir predicciones sobre el futuro de la COVID-19 es algo de lo que ni los epidemiólogos más experimentados salen ilesos. Sin embargo, podemos intentar imaginar posibles escenarios basándonos en el conocimiento generado por la comunidad científica. Sabemos que la COVID-19 es una enfermedad que se transmite principalmente por vía aérea, presentando patrones de contagio explosivos, con eventos de “supercontagio” donde un solo enfermo puede contagiar a decenas. La virología y la selección natural nos dicen que la tendencia de todos los virus en general, y del SARS-COV-2 en particular, como vemos con la variante predominante del momento, la Ómicron, es hacia una pérdida de virulencia y un aumento de su transmisibilidad, al aumentar ambos su capacidad de propagarse silenciosa y velozmente, única finalidad natural de los virus. También hemos comprobado que es una enfermedad que se transmite rápidamente, con un alto porcentaje de portadores asintomáticos. Estamos viendo como las vacunas desarrolladas hasta ahora han permitido disminuir drásticamente la mortalidad y los casos de enfermedad mas grave, así como una ligera disminución del contagio. En un futuro no muy lejano dispondremos de vacunas esterilizantes, es decir, que impidan con una elevada eficacia la transmisión, como es el caso de la vacuna intranasal desarrollada por el equipo del Dr. Luis Enjuanes del CSIC que está iniciando los ensayos clínicos de fase I. Sin embargo, esta protección conferida por las vacunas es temporal, lo que ha forzado a sucesivas campañas de vacunación. Es además probable que estas nuevas generaciones de vacunas también profieran una protección temporal, dado que las pruebas empíricas de los coronavirus estacionales indican que la exposición previa sólo puede conferir inmunidad a corto plazo frente a la reinfección, lo que permite la aparición de brotes recurrentes. Otros aspectos a tener en cuenta al margen del ámbito meramente biológico son la demostrada falta de solidaridad hacia los países con menos recursos para poder frenar el impacto de la pandemia, así como la irrefrenable importancia de la globalización y el tráfico permanente de personas y animales en este sistema productivo.
Por lo tanto, la COVID-19 se está perfilando como una enfermedad no muy virulenta pero muy transmisible, controlable a escala poblacional con unas potentes campañas de vacunación donde puedan llevarse a cabo, pero difícil de frenar en términos de brotes puntuales, que perderá relevancia social en unos años.
De las definiciones previas también podemos sacar algunas conclusiones. Una endemia puede convertirse en epidemia puntualmente si las condiciones lo permiten, así como una enfermedad no puede permanecer en estado de epidemia/pandemia para siempre.
Con todo ello, el escenario futuro mas probable al que nos enfrentaremos consistirá en una presencia constante de la enfermedad en nuestra sociedad, especialmente en aquellos grupos sociales no vacunados, manifestándose de forma más intensa estacionalmente, pero sin grandes tasas de mortalidad ni morbilidad gracias a campañas vacunales periódicas a grupos de riesgo, con una gran desigualdad entre países, lo que producirá brotes epidémicos procedentes de aquellas zonas donde no se ha ayudado a controlar la pandemia.
En conclusión, sí. El SARS-CoV-2 puede convertirse en un virus endémico con ciertos patrones epidémicos puntuales.
Si es así, ¿qué medidas se quedarán respecto a esta enfermedad?
Es probable que la vacunación periódica a grupos de riesgo, como ocurre con otras enfermedades como la gripe, se mantenga mucho tiempo. Sin embargo, medidas no farmacológicas como el uso de las mascarillas, la desinfección con productos químicos de superficies, la distancia social y las aplicaciones de rastreo, tengan sus días contados en el conjunto de la población, aunque puedan mantenerse en ciertos ámbitos que conlleven un aumento del riesgo como aeropuertos, hospitales, etc. Otras medias que serían interesantes no solo mantener, si no aumentar su implantación y cumplimiento inmediatamente son la obligatoriedad de sistemas de ventilación y/o filtración de aire adecuados en locales cerrados.
También, continuar con la implementación del teletrabajo, así como de las gestiones administrativas vía online son aspectos a tener en cuenta. Por último, sería necesario un ejercicio de análisis retrospectivo por parte de las instituciones sobre centros, instituciones, protocolos y vías de comunicación entre los diferentes sectores sociales con vistas a una respuesta mas eficiente frente a futuras crisis.
About the Author: Juan Hernández Vázquez
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