Una fotocopiadora de células
La primera máquina automatizada para copiar células estará previsiblemente a la venta a mediados de 2018. Se llama Aglaris Facer 1.0 (de Fullly Automated Cell Expansion Reactor) y en realidad se puede definir como un reactor de cultivo celular automático.
Para los que estáis leyendo esto y en algún momento habéis trabajado con cultivos celulares: sí, sustituye al cuarto de cultivos celulares de toda la vida. Sí, ése donde hemos echado horas y horas y donde hemos tenido que ir fines de semana a dar de comer, cambiar el medio y dividir a nuestras adoradas celulitas.
Para los que no hayáis trabajado en un laboratorio de este tipo, lo explicamos rápidamente. En muchos laboratorios de investigación, sea en universidades, hospitales, centros de investigación, industria, se trabaja con cultivos celulares. Esto no es más que un proceso por el que crecen y mantienen con vida células separadas de su tejido de origen en condiciones artificiales controladas. Luego se utilizan esos cultivos con numerosos fines: probar fármacos, fabricación de vacunas o medicamentos biológicos, estudios moleculares, mecanísticos, interacciones celulares… casi cualquier cosa. Son una de las bases, junto con el empleo de animales de laboratorios de la investigación científica actual.
Este tipo de cultivos requieren unas instalaciones costosas. Así, en primer lugar, necesitan de una estancia separada. Las células no se pueden crecer en cualquier sitio, sino que requieren de una sala limpia, lo que generalmente llamamos el laboratorio de cultivos, para evitar contaminaciones bacterianas, fúngicas o víricas. Dentro de esta sala ha de haber una serie de incubadores, que es donde mantenemos a las células calentitas, a la temperatura que a ellas les gusta (generalmente 37ºC) y con una atmósfera apropiada (un porcentaje determinado de gases, por ejemplo). Además, se requieren unas campanas de flujo laminar (como las de la imagen), que son lugares de trabajo, donde manipulamos las células con unos flujos de aire que evitan (o deberían) que se den las tan temidas contaminaciones que he citado antes (una contaminación te puede llevar a tirar el trabajo de semanas literalmente a la basura). Además, el trabajo de crecer a las células, dividirlas, etc… no es precisamente el más apasionante del mundo ni el más sencillo.
¿CÓMO HA SURGIDO?
Los padres de la idea son tres científicos españoles Miquel Costa, David Horna y Manuel Ángel González. Horna tenía una beca en un laboratorio bajo la supervisión de González. Parte de su trabajo implicaba a los cultivos celulares. Su espíritu inquieto le llevó a buscar una manera de automatizar el proceso y evitar la pesadilla de las contaminaciones. Costa se vinculó al proyecto y tras unos años, lograron desarrollar completamente la idea de cómo tenía que ser este reactor automatizado.
Aún faltaba, lógicamente, materializar la idea y es en este momento cuando entra en escena la Oxford University Innovation, a través de su Director General, Manuel Fuertes. Se trata de una institución consagrada a la transferencia de tecnología, es decir en lograr que los hallazgos y descubrimientos científicos lleguen a la sociedad convertidos en servicios o productos. Manuel Fuertes asesoró desde 2013 el plan de negocio y con la financiación de la empresa Kiatt se lograron fabricar los primeros cinco prototipos. Así nació Aglaris Cell.
IMPORTANCIA
Lo primero en lo que podemos pensar es en el gran ahorro que puede suponer. El coste de esta máquina es de unos 300.000 euros, frente al aproximadamente 1 millón de euros que puede costar poner en marcha un laboratorio de cultivos celulares. Por otra parte, la máquina no es mucho más grande que una fotocopiadora. Además, el proceso es automatizado, lo que, sin duda, evitará muchas contaminaciones y errores de manipulación. Por no hablar de la cantidad de trabajo que ahorrará a los investigadores: cientos, miles de horas pasadas en los cuartos de cultivos, cuidando a nuestras pequeñas células podrán ser utilizadas ahora para pensar y ejecutar nuevos experimentos.