Salud Global: la conexión entre salud humana, animal y medio ambiente
En Dciencia ya hemos escrito sobre One Health y lo que significa este concepto de Salud Global. Hoy tenemos la suerte de que un grupo de expertos de la salud van a responder a algunas preguntas sobre la idea de Salud Global, para intentar que este concepto tan importante vaya llegando a la gente.
Ignacio López-Goñi, Elisa Pérez-Ramírez y Gorka Orive han publicado hace unos meses el libro “Salud Global. La nueva estrategia frente a la amenaza medioambiental”. Ignacio López-Goñi es catedrático de la Universidad de Navarra y autor del blog microBIO (@microBIOblog). Elisa Pérez-Ramírez (@Bureli) trabaja en el Departamento de Enfermedades Infecciosas y Salud Global del Centro de Investigación en Sanidad Animal, perteneciente al INIA-CSIC. Gorka Orive (@gorka_orive) es Catedrático en Farmacia de la Universidad del País Vasco. Además de sus brillantes carreras científicas, los tres son referentes de la divulgación científica en español.
– ¿Podéis explicar a los lectores en qué consiste el concepto Salud Global/ One Health y desde cuándo se emplea?
El concepto de Salud Global hace referencia a la interconexión profunda que existe entre la salud humana, la salud animal y el medio ambiente. Es un ejercicio de humildad en el que cada sector asume sus limitaciones y reconoce que para alcanzar los grandes cambios transformadores es imprescindible trabajar de modo colaborativo. El término se emplea desde principios del siglo XXI pero en realidad hace referencia a algo que sabemos desde hace más de 100 años: que la salud humana y animal son interdependientes. De hecho, el lema de la profesión veterinaria desde 1922 es “Hygia pecoris, salus populis”, es decir, la higiene del ganado es la salud del pueblo. En este sentido es importante señalar que la estrategia One Health ha sido promovida y practicada intensamente por el sector veterinario, que siempre ha sido muy consciente de los vínculos entre humanos, animales y medio ambiente. En los últimos años y sobre todo a partir de la pandemia de COVID19, el término empieza a sonar más entre los profesionales de salud humana (medicina, enfermería, farmacia, microbiología…), pero es cierto que aún falta camino para establecer vías estables de comunicación y colaboración realmente intersectoriales.
– Zika, Chikungunya, Ébola, MERS, SARS… desde hace décadas surgen noticias alarmantes sobre nuevos (o no tan nuevos) agentes infecciosos que afectan al ser humano. ¿Por qué cada vez hay más zoonosis, enfermedades infecciosas que pasan de animales a humanos?
Independientemente de que ahora tenemos mejores sistemas de vigilancia y de detección, en los últimos 40-50 años ha habido un “apelotonamiento” de nuevas enfermedades infecciosas: en 1981 los primeros casos de infección por VIH; al año siguiente se identificaron dos nuevos patógenos, las bacterias Escherichia coli O157:H7 y Borrelia burgdorferi, esta última transmitida por garrapatas y que causa la enfermedad de Lyme; el virus de la hepatitis C se identificó por primera vez en 1989; diez años después se describen los primeros casos de infección por el virus del Nilo Occidental en la costa este de Estados Unidos; en el 2003 ocurre la primera amenaza de salud pública a nivel global del siglo XXI con el nuevo coronavirus SARS; a partir de 2006 comienzan a detectarse casos de tuberculosis extra-resistentes a los antibióticos; la gripe H1N1 en 2009; un nuevo coronavirus causó el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS) en 2012; al año siguiente el virus Chikungunya llegó por primera vez a América; en 2014 se produjo el mayor brote de Ébola de la historia; en 2016 el virus Zika supuso una nueva alerta sanitaria en toda Sudamérica; el año 2019 pasará a la historia por la aparición de la primera gran pandemia de este siglo, la COVID-19. Y cuando todavía no se ha dado por finalizada esta pandemia, los brotes de viruela del mono fuera del continente africano han sido noticia en 2022 y la gripe H5N1 vuelve a amenazar la salud pública con millones de aves infectadas en todo el mundo y saltos cada vez más frecuentes a los humanos. ¿Por qué ocurre todo esto? No hay una única razón. Cada vez somos más, vivimos más juntos y nos movemos más, y eso es lo mejor para la transmisión de enfermedades infecciosas: somos cerca ya de 8.000 millones de personas, cada vez hay más megaciudades de más de 10 millones de habitantes y jamás habíamos tenido la capacidad de viajar y desplazarnos de un punto a otro del planeta en tan poco tiempo. Además, cada vez tenemos más contacto con el mundo animal. Se calcula que hay cerca de 29.000 millones de animales de granja, entre ganado vacuno, porcino, ovino y aviar (gallinas y patos) en el planeta. Se conocen cientos de enfermedades infecciosas transmitidas por vectores (mosquitos, flebótomos, garrapatas, moscas y otros insectos, roedores y aves) y sabemos que pequeños cambios de humedad y temperatura pueden modificar la distribución geográfica de muchos de estos vectores y facilitar el flujo de patógenos desde el mundo animal al ser humano. Además del clima, la destrucción o alteración de los ecosistemas, la contaminación ambiental, los cambios de uso del suelo, la deforestación, el movimiento a nivel global —no solo de personas, sino también de plantas y animales, cada uno con agentes infecciosos que los acompañan—, las prácticas de ganadería intensiva, el abuso de pesticidas, fertilizantes y antibióticos que seleccionan vectores y bacterias resistentes, y nuestro sistema de vida, son factores con un efecto catalizador en la aparición o distribución geográfica de nuevas enfermedades. La salud del planeta afecta directamente a nuestra salud. Todo esto explica que el 60% de las enfermedades humanas sean zoonosis y que más del 75% de las estas enfermedades infecciosas emergentes o reemergentes tengan un origen animal. Por eso, es fundamental la estrategia One Health o Salud Global.
– ¿Qué medidas concretas se pueden tomar, desde el enfoque One Health, para evitar o disminuir la aparición de nuevas zoonosis?
Las medidas principales están relacionadas con la prevención:
– Invertir en vigilancia sanitaria en animales domésticos y silvestres. Los animales son reservorios de muchos patógenos zoonóticos y saber lo que está circulando en esas poblaciones es imprescindible para estar bien preparados. En este punto habría que incluir también la vigilancia de patógenos en los vectores, sobre todo mosquitos y garrapatas. La detección de un patógeno en animales sirve como “alerta temprana” y nos permite tomar medidas que eviten o limiten el salto a los humanos.
– Mejorar las medidas de bioseguridad de las explotaciones ganaderas para evitar la entrada de patógenos tanto por vía directa (contacto con animales silvestres) como por vía indirecta (agua contaminada, fómites…)
– Evitar escenarios de alto riesgo de emergencia e intercambio de patógenos como los mercados de animales vivos, el comercio internacional de especies silvestres o las granjas peleteras.
– Intercambio fluido de información epidemiológica de los patógenos zoonóticos más relevantes entre profesionales de sanidad animal y salud humana.
– Disminuir los contactos entre humanos y fauna silvestre, especialmente en zonas de gran biodiversidad que son puntos calientes de emergencia de patógenos, como el sudeste asiático.
En definitiva, promocionar la investigación destinada a mejorar los sistemas de control y vigilancia epidemiológica desde una perspectiva One Health, seguir investigando en el desarrollo de sistemas de diagnóstico rápido y tratamientos específicos para las nuevas amenazas, y no abandonar el impulso en la investigación y desarrollo de nuevas vacunas. Sin olvidar la importancia de la cooperación (los nuevos retos de la salud global son complejos y requieren un trabajo conjunto de distintas disciplinas) y la solidaridad internacional (lo que ocurra en África, o en otro lugar del planeta, ya no se queda en África, y todo el mundo debería tener acceso a los diagnósticos, tratamientos y sistemas de prevención).
– Puede que la relación entre la salud humana y la animal sea más “evidente” para la población, pero ¿cómo se explica la relación entre salud y cambio climático? Puede que a algunos les cueste ver esta relación… ¿Podéis poner algún ejemplo sencillo, de los que citáis en el libro u otros que ilustre cómo el cambio climático influye en el aumento de enfermedades infecciosas?
Además del aumento en la incidencia de enfermedades respiratorias, como la rinitis alérgica y el asma, en relación con el incremento de la polución del aire, al aumento de la urbanización y el cambio climático, o el efecto en la incidencia de algunos tipos de cáncer, como el de piel, por el incremento de la exposición a la radiación ultravioleta, hay varios ejemplos concretos que relacionan el cambio climático con el aumento de enfermedades infecciosas. El fenómeno de El Niño (esos grandes cambios en el clima, sequías o inundaciones, tormentas o ciclones tropicales, aumento de la temperatura en varias zonas del plante que ocurren cada cinco-siete años de manera cíclica) está asociado a un aumento de la incidencia de algunas enfermedades infecciosas como malaria, dengue y cólera en América del Sur y el Sudeste asiático. Tras un aumento intenso en las precipitaciones se ha observado en zonas del sur de Estados Unidos un incremento de hasta 20 veces en las poblaciones de roedores (hasta 20 veces), lo que ha provocado grandes brotes de hantavirus (virus transmitido por estos animales) con una incidencia hasta 5 veces mayor de la habitual.
El calentamiento global y los cambios en las precipitaciones, por ejemplo, se asocian con la expansión de vectores como mosquitos, garrapatas, pulgas, aves y varios mamíferos implicados en brotes de enfermedades como el dengue, chikungunya, peste, enfermedad de Lyme, fiebre del Nilo occidental, zika, tripanosomiasis, equinococosis y malaria, por nombrar algunos. Debido a que los artrópodos y otros vectores son ectotermos (su temperatura corporal cambia con la temperatura exterior), su actividad, supervivencia y reproducción se incrementa, dentro de un rango, con el aumento de la temperatura. A medida que la Tierra se calienta, preocupa que tanto el vector como el patógeno se propaguen a latitudes y altitudes mayores, que la incidencia de estas enfermedades aumente y que la temporada de transmisión se prolongue en algunas áreas ya endémicas. En cuanto a las enfermedades transmitidas por garrapatas, se prevé que el cambio climático (inviernos más suaves y primaveras más calurosas) continúe contribuyendo a la propagación de la enfermedad de Lyme y de la encefalitis transmitida por garrapatas, particularmente en América del Norte y Europa.
Respecto a las enfermedades transmitidas por el agua, se han documentado brotes importantes después de eventos de grandes precipitaciones o inundaciones extremas que movilizan patógenos desde el ambiente externo hasta los sistemas de tratamiento de aguas y llegan a contaminar el agua de bebida. Las inundaciones, las lluvias torrenciales y las tormentas se relacionan con daños en los sistemas de alcantarillado y la falta de suministro de agua potable favorece la aparición de brotes de muchas enfermedades infecciosas. Los eventos climáticos extremos, amplificados por situaciones sociales de vulnerabilidad, pueden desencadenar consecuencias en cascada que den lugar a brotes de enfermedades infecciosas. Por ejemplo, ha habido brotes de sarampión y cólera en poblaciones que por problemas medioambientales han sufrido hambrunas y desnutrición. Hay muchos otros ejemplos en los que se relaciona la aparición de un brote infeccioso en poblaciones en situaciones de alta vulnerabilidad con un evento climático. Por ejemplo, la aparición de brotes de gastroenteritis por norovirus en los refugiados después del huracán Katrina en Estados Unidos; brotes de leptospirosis después de las inundaciones en Manila por un tifón; aumento de casos de diarrea y malaria tras un ciclón en Mozambique por falta de acceso a agua potable y hacinamiento en los campamentos para personas desplazadas; brotes de cólera en Yemen en épocas de grandes lluvias y aumento de las temperaturas; aumento de diarreas, malaria, infecciones respiratorias, hepatitis… en Pakistán después de los monzones; brotes de sarampión, cólera y dengue en campos de desplazados forzosos, en situaciones de falta de higiene y saneamiento después de inundaciones y otros desastres naturales; etcétera.
– ¿Cómo influyen la deforestación y la pérdida de diversidad en nuestra salud? ¿Por qué pueden estar relacionadas con la salud humana?
En el último siglo ha aumentado la práctica agrícola más de un 70 por ciento, sobre todo el monocultivo intensivo, por la enorme demanda de proteínas de origen animal. Sigue aumentando la erosión de los suelos, la degradación de los ecosistemas, la salinización y la emisión de gases de efecto invernadero. Se incrementa la temperatura global del planeta y la frecuencia e intensidad de los fenómenos naturales extremos y su impacto sobre la biodiversidad animal y vegetal hace que algunos ya hablen de una nueva extinción masiva. Todos estos cambios están facilitando nuevas oportunidades de contacto entre humanos, animales y medioambiente, lo que favorece a su vez la transmisión de enfermedades entre animales y personas. Por ejemplo, en los últimos años, en la región amazónica de Brasil y Perú se han descrito varios brotes de rabia en humanos transmitida por murciélagos hematófagos. Estos casos están relacionados con cambios en los ecosistemas (tala de árboles, minería, caza…) que influyen enormemente en el comportamiento de los murciélagos.
Por otra parte, no debemos olvidar que la biodiversidad animal y vegetal es una fuente de recursos muy importante para nuestra salud. Por ejemplo, la mayoría de nuestros tratamientos y terapias contra las enfermedades provienen de la naturaleza. Por eso, la pérdida de biodiversidad es una mala noticia para nuestra salud.
– Los que nos dedicamos a profesiones de la rama de la salud sabemos que a veces existen rencillas o desconfianzas entre médicos, farmacéuticos, veterinarios… ¿Cómo vencer estas reticencias que a veces existen entre las profesiones sanitarias, para trabajar todos en la misma dirección?
Es un tema complicado, pero debemos trabajar intensamente para reducir esas barreras. Es importante usar un lenguaje común, es decir, que los diversos sectores entiendan bien los conceptos y las implicaciones. También hay que trabajar de forma conjunta, pero asegurando que todos los sectores desempeñan un papel relevante y que se tienen en cuenta las necesidades e intereses de cada uno de ellos. En este sentido, exponer casos de éxito en los que la estrategia One Health ha dado muy buenos resultados suele ser clave.
– Finalmente, ¿qué creéis que se puede hacer para que el concepto One Health, que en principio es algo ajeno a la población normal, se transmita adecuadamente a la gente?
La divulgación tiene un papel fundamental en este sentido. Debemos hablar de Salud Global en foros diversos explicando de forma sencilla el concepto y su importancia primordial para resolver los grandes retos sanitarios a los que nos enfrentamos. Es importante dedicar tiempo y esfuerzo a explicar hasta qué punto la salud humana, animal y medioambiental están conectadas. En este sentido creemos que un libro como el nuestro es una herramienta muy buena para que el público general se acerque al concepto de Salud Global y comprenda por qué es urgente aplicar esta visión integradora de la salud.
Otro punto importante es el de formar a las nuevas generaciones, por ejemplo, incorporando el concepto One Health en los planes de estudio en las Universidades. No sería complicado introducir, al menos, una asignatura sobre este tema en la formación de veterinarios, biólogos, farmacéuticos o médicos…. De esta forma los jóvenes profesionales sanitarios estarían familiarizados con el tema y tendrían más predisposición para establecer puentes entre los distintos sectores.