¿Tienen las personas ciegas mejor sentido del tacto?

Autora: Ane Gurtubay, PhD. Universidad Católica de Lovaina (UCLouvain), Laboratorio de percepción y plasticidad crosmodal (CPP Lab). Place Cardinal Mercier 10. Louvain- la-Neuve, 1348, Bélgica.

Email: anegurtubay@gmail.com.

Este artículo recoge los resultados del estudio que publicamos en la revista científica “Neuroimage”, en relación a cómo la ceguera afecta a la organización del cerebro, más específicamente al procesamiento del tacto.

¿A cuánta gente afecta la ceguera y de qué manera afecta al cerebro?

Según los datos de 2018 proporcionados por la Organización Mundial de la Salud, la ceguera total afecta a 36 millones de personas en todo el mundo. Además, otros 216 millones de personas tienen una deficiencia visual de moderada a grave.

Entre las principales causas de la pérdida visual se encuentran las cataratas, la degeneración macular relacionada con la edad, los glaucomas o la retinopatía diabética. Cabe destacar que no todas las causas afectan del mismo modo a lo largo y ancho del planeta. En los países con menores ingresos las cataratas suponen la principal causa de ceguera, mientras que en los países más desarrollados los glaucomas o la degeneración macular asociada a la edad cobran mayor importancia. Para asombro de muchos, el 80% de todos los casos de visión deficiente a nivel mundial se consideran evitables.

ceguera tacto

Puede resultar igual de asombroso pensar que en un mundo con 36 millones de personas con ceguera total, sigue sin haber un consenso sobre las consecuencias cerebrales de la ceguera. ¿Afecta la ceguera al desarrollo y la organización del cerebro? La respuesta es un sí unánime. Investigadores de la Universidad de Los Ángeles demostraron que tras la pérdida de visión, el cerebro se transforma anatómicamente y se auto-reorganiza con la finalidad de adaptarse a la nueva situación. Esto es posible gracias a una característica conocida como plasticidad cerebral.

¿Cómo afecta al resto de sentidos? Aquí empieza la controversia. En el ámbito de la neurociencia, nos encontramos con posturas muy dispares. Mientras que una rama considera que la ceguera agudiza sentidos como el tacto (dado su constante uso), otra rama considera que la falta de visión puede acarrear deficiencias en el resto de sentidos. Esta última línea argumenta que la visión ayuda a la calibración del resto de sentidos, en especial del tacto. Por ello, esta falta de calibración provocaría un procesamiento táctil más costoso en población ciega.

¿Tienen las personas ciegas mejor sentido del tacto?

Para comprobar si las personas ciegas poseen habilidades táctiles diferentes al resto de la población vidente, llevamos a cabo dos tareas en las que tanto participantes invidentes como videntes tenían que diferenciar mediante el tacto varias formas (tarea 1) y varias texturas (tarea 2).

Para evaluar las habilidades táctiles de cada persona, medimos el tiempo necesario para diferenciar unos objetos de otros. Basándonos en los resultados de nuestro anterior estudio (que podéis encontrar aquí) sabíamos que la población con visión normal necesita unos 175 milisegundos para diferenciar una forma de otra. Esto equivale a una sexta parte de un segundo… ¡es muy rápido! Tan rápido que resulta imposible medirlo manualmente utilizando un cronómetro. Aunque se les pidiera a los participantes que pulsasen una tecla en cuanto reconociesen la forma, el tiempo necesario en pulsar la tecla sería mayor que el tiempo necesario para el reconocimiento táctil. Por eso, para medir estas escalas de tiempo tan breves, necesitamos la ayuda de la electroencefalografía.

La electroencefalografía es una técnica de neuroimagen en la que se mide la actividad eléctrica del cerebro en intervalos de pocos milisegundos y esta actividad es recogida mediante pequeños discos (electrodos) colocados sobre el cuero cabelludo.­

ceguera tacto

A. Formas utilizadas en la tarea de discriminación de formas.
B. La técnica de neuroimagen conocida como ‘electroencefalografía’.

En nuestro estudio utilizamos esta técnica para determinar con precisión el tiempo que necesitaba cada grupo para identificar las formas (tarea 1) y las texturas (tarea 2). En cada una de estas tareas, había dos condiciones:

  • En la condición A, los participantes tocaban una forma o textura esperada. Por ejemplo, en la tarea de formas, se les decía que tocarían un círculo y efectivamente, palpaban un círculo.
  • En la condición B, los participantes palpaban una forma o textura diferente a la esperada. Por ejemplo, en la tarea de texturas, se les decía que tocarían un pedazo de algodón y tocaban madera.

Comparando la amplitud de las ondas cerebrales entre las condiciones A y B dentro de cada tarea y para cada grupo, conseguimos identificar cuánto tiempo necesitaba cada grupo para distinguir las diferentes formas y texturas. Además, comparamos si existían diferencias entre grupos durante el procesamiento táctil, sumando las condiciones A y B y comparándolas entre grupos.

Mientras que los resultados de la tarea de discriminación de formas no mostraron diferencias entre los dos grupos, el grupo invidente resultó ser más rápido (unos 60 milisegundos) en la discriminación de texturas y distinguirlas mejor que el grupo con visión normal. Asimismo, comprobamos que, en esta tarea, las primeras diferencias entre las ondas cerebrales del grupo ciego y el grupo vidente emergían a los 75 milisegundos de tocar el objeto y se localizaban en la parte frontal (delantera) del cerebro.

Actividad eléctrica durante la tarea de discriminación de texturas. En el panel A, observamos que en el grupo invidente, la actividad cerebral bajo las condiciones A y B comienza a distinguirse a partir de los 168 ms (lo cual está ilustrado mediante el área sombreada). En el grupo vidente, las dos condiciones no comienzan a distinguirse hasta los 230 ms, unos 60 ms más tarde que el grupo ciego.

En el panel B, vemos las diferentes distribuciones espaciales de la actividad eléctrica, al sumar las condiciones A y B. Las diferencias entre grupos comienzan a los 75 ms en las  áreas frontales del cerebro.

ceguera tacto

Actividad eléctrica durante la tarea de discriminación de texturas. En el panel A, observamos que en el grupo invidente, la actividad cerebral bajo las condiciones A y B comienza a distinguirse a partir de los 168 ms (lo cual está ilustrado mediante el área sombreada). En el grupo vidente, las dos condiciones no comienzan a distinguirse hasta los 230 ms, unos 60 ms más tarde que el grupo ciego.
En el panel B, vemos las diferentes distribuciones espaciales de la actividad eléctrica, al sumar las condiciones A y B. Las diferencias entre grupos comienzan a los 75 ms en las áreas frontales del cerebro.

En resumen

En conclusión, los resultados de este estudio no sugieren que la población ciega tenga por defecto habilidades táctiles superiores al resto. Si bien son mejores en la tarea de discriminación de  texturas, esta afirmación no resulta cierta en el caso de la tarea de formas. Esto no es sorprendente, teniendo en cuenta que hay ciertas partes del cerebro, como el complejo lateral occipital, donde se almacenan representaciones visuales y táctiles de formas (pero no de texturas). Por lo tanto, el grupo de personas videntes podría estar beneficiándose de estas representaciones visuales para la identificación de formas mediante el tacto (y de nuevo, no de texturas).

Nuestros hallazgos también encajan con la idea de que las personas ciegas poseen habilidades táctiles superiores solo cuando las tareas a realizar son especialmente difíciles. Mientras que ningún participante tuvo dificultades a la hora de distinguir las diferentes formas, algunos participantes confundían algunas de las texturas utilizadas, haciendo la tarea de texturas más difícil que su análoga de formas.

¿Para qué sirve todo esto?

Continuar estudiando las consecuencias cerebrales de la ceguera no solo es útil para las personas ciegas. Nos ayuda a entender el impacto que las experiencias vividas tienen en la organización del cerebro, y ese es un ámbito que concierne a toda la población.

Asimismo, es especialmente relevante para las personas ciegas, ya que este conocimiento es necesario para una correcta implementación de nuevos métodos de rehabilitación, como pueden ser los ojos biónicos. Los ojos biónicos son capaces de restaurar cierta información visual en casos de ceguera asociada con problemas en los receptores de la retina. Para ser capaces de mandar la información visual recogida por el ojo biónico al cerebro de un modo eficiente, es imprescindible saber con qué tipo de cerebro nos estamos comunicando.

No podemos olvidar que el cerebro que tiene que recibir la información proveniente de un ojo biónico es un cerebro que se ha tenido que amoldar y re-organizar en respuesta a la ceguera y en consecuencia, no sigue un funcionamiento estándar. Entender los cambios producidos en este cerebro durante la falta de visión y su nuevo funcionamiento es imprescindible si queremos mandarle información y que sea capaz de recibirla y procesarla adecuadamente.

Agradecimientos

Este trabajo fue posible gracias la participación de los miembros de ACIC (Asociación Catalana para la Integración del Ciego), que fue de muchísima ayuda, así como la ONCE (Organización Nacional de Ciegos Españoles). El estudio lo realicé como miembro de la Unidad de Cognición y Plasticidad Cerebral de la Universidad de Barcelona.

Artículo completo:

https://www.researchgate.net/publication/319281008_Neurophysiological_evidence_for_enhanced_tactile_acuity_in_early_blindness_in_some_but_not_all_haptic_tasks (versión gratuita sin formato revista)

https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1053811917307012 (de pago, formato revista)

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