¿El cáncer se contagia?

Después de este titular hecho para llamar la atención, vamos a explicar bien las cosas, porque tiene parte de verdad. No, el cáncer no es contagioso… Pero como siempre, hay excepciones. Se conocen ocho tipo de tumores contagiosos, uno en perros, dos en el demonio de Tasmania y cinco en distintas especies de bivalvos. Y no, ninguno en seres humanos ni se ha demostrado que los tumores de estos animales puedan pasar al ser humano. Vamos a conocerlos un poco más.

Sarcoma de Sticker o tumor venéreo transmisible (TVT)

Se trata de un tumor contagiosos que afecta a los perros. También lo podéis encontrar por el nombre de CTVT (del inglés Canine transmissible venereal tumour).

Este tumor se transmite por medio de la transferencia de las células cancerosas de un individuo a otro, generalmente durante el apareamiento. Sin embargo, también se puede transmitir por otro tipo de contactos, como lametones, olfateo de los genitales o durante el parto. Aparece, generalmente, en los genitales externos, tanto femeninos como masculinos.

Se trata de un tumor benigno. Sin embargo, acumula una gran cantidad de mutaciones, mucho mayor que la que se suele encontrar en tumores humanos malignos (unas 38.000 frente a, típicamente, 100). Otra característica curiosa es que se tiene bastante claro que apareció hace 6.000 años en un perro concreto y que todos los tumores actuales tienen ADN perteneciente a ese “perro fundador”. Esta “longevidad” del tumor puede ayudar a buscar nuevas maneras de afrentar la enfermedad. Según Adrián Báez Ortega, que formó parte del grupo de Cáncer Transmisible del Departamento de Medicina veterinaria de la Universidad de Cambridge hasta 2019, es el único caso conocido de un tumor que ha sobrevivido miles de años. Esto es muy interesante, porque supone todas las células del TVT de cualquier perro del mundo descienden directamente de ese primer tumor por división celular.

Precisamente ese grupo de investigación realizó un estudio muy interesante en 2019, publicado en la revista Science. En una colaboración de más de 80 científicos, recopilaron 546 muestras de TVT de perros de 43 países de todo el mundo y secuenciaron su exoma (la parte de los genes que codifican las proteínas). Fue así como lograron llegar al “perro fundador” que hemos citado anteriormente.  Además, les ha servido para rastrear al tumor por todo el mundo. Así, saben que el perro fundador era originario de Asia Central o del norte y que hace unos 2.000 años el cáncer se extendió por toda Asia y llegó a Europa. Hace 500 años, la llegada de los europeos a América llevo consigo el TVT a este continente y a partir de ahí se extendió por África, volvió a Europa y, finalmente, llegó a Oceanía. Para conocer todas estas ramificaciones, los investigadores partieron de un caso extremadamente raro de contagio de madre a hijo. Al cachorro le diagnosticaron el cáncer con solo diez meses. En ese tiempo, las células tumorales habían adquirido una serie de mutaciones nuevas, que se podían conocer perfectamente puesto que se tenían las células del tumor de la madre de las que provenía el tumor del hijo.  A partir de ahí los investigadores pudieron ir hacia atrás, fechando cada ramificación del TVT. Además, para localizar el origen y la propagación geográfica, los investigadores correlacionaron la carga de mutaciones con la cantidad de radiación ultravioleta en las distintas partes del mundo.  Así, vieron que las muestras procedentes de las regiones ecuatoriales tenían mayor cantidad de las mutaciones que son típicamente provocadas por la radiación UV. Lograron incluso establecer un gradiente en función de la latitud. Eso les permitió confirmar que el primer tumor debió de surgir en Asia central o del norte.

Expansión del TVT (imagen del artículo original de Science https://science.sciencemag.org/content/365/6452/eaau9923)

Es importante saber que, pese a que la aparición de mutaciones se produce al azar, en el TVT las mutaciones no se pierden, sino que quedan “fijas” y a partir de ahí pueden aparecer más a lo largo y ancho del genoma de la célula tumoral. Eso explica, en parte, el altísimo número de mutaciones. La selección natural debería favorecer las mutaciones que suponen una ventaja para la célula tumoral, y frenar aquellas que son negativas, pero, curiosamente, en este tumor no se observa este tipo de presión selectiva en un sentido u otro.

Tumor facial del demonio de Tasmania

Existen dos tipos de tumores faciales en estos marsupiales, DFT1 y DFT2 (siglas de Devil Facial Tumour). Son similares, aunque independientes. Estos tumores se localizan en la cavidad bucal de los animales y en la cara, como podemos ver en la imagen.

Imagen de National Geographic (https://www.nationalgeographic.com/animals/article/gruesome-cancer-afflicting-tasmanian-devils-may-be-waning)

Los tumores faciales del demonio de Tasmania pueden crecer mucho y finalmente acabar con la vida del animal.

El DFT1 se ha detectado en demonios de toda la isla de Tasmania, mientras que el DFT2 parece que tiene una localización más restringida, concretamente en una península del sur de la isla. El DFT1 se detectó por primera vez en el norte de Tasmania en los años 90, mientras que el DFT2 se ha descubierto más recientemente, en 2015.

El tumor se contagia de un individuo a otro a través de los mordiscos. Los demonios de Tasmania se muerden frecuentemente entre ellos en competiciones por parejas sexuales o por comida. Pese a que en primer momento se pensó que podría estar un virus detrás de la enfermedad, hasta ahora no se ha encontrado rastro de ninguno.

Para hacernos una idea de la gravedad de estos tumores, basta con saber que ha provocado una caída en el número de demonios de Tasmania de 140.000 a 20.000 ejemplares. Sin embargo, un estudio publicado en Science el año pasado dio ciertas esperanzas de que la población no siga disminuyendo. La incidencia de esta enfermedad ha disminuido mucho en los últimos años, lo que parece indicar que los demonios han encontrado la manera de convivir con ella.

Neoplasia diseminada en almejas, berberechos y mejillones

Sí, no nos hemos vuelto locos. No solo los grandes animales sufren tumores. Existen cinco tipos de tumores descritos en bivalvos. Uno que afecta a los mejillones, descrito en ejemplares de la Columbia Británica, uno que afecta a la almeja de Nueva Inglaterra (Mya arenaria), uno que afecta a la almeja Polititapes aureus, descrito en las costas de la Península Ibérica y dos que afectan a los berberechos. En los cuatro casos se trata de cánceres similares a la leucemia, llamados neoplasia diseminada. Se caracterizan por un exceso de células anormales y grandes en el sistema circulatorio. El líquido circulatorio se vuelve espeso y opaco. Alguno de estos tumores fue descrito ya en 1969.

En un artículo en 2015 se determinó por primera vez que el cáncer de la almeja de Nueva Inglaterra era transmisible. Al año siguiente, el mismo grupo de investigación descubrió los otros cuatro tipos de cánceres y en un artículo en la revista Nature determinó su carácter transmisible. Estos cánceres se transmiten a través del agua y sus curiosidades no acaban ahí. No se transmiten solo entre individuos de la misma especie, sino que también puede pasar de unas especies a otras.

El estudio demostraba que las células tumorales eran muy similares entre ellas en los distintos individuos, mucho más de lo que se parecían, genéticamente a las células del propio individuo. Esto sugiere que el tumor no se había originado en el individuo que sufre el cáncer y que, además, esos tumores de diferentes individuos (mejillones, por ejemplo), tienen un origen común. Este estudio demostraba, además, que un tumor de una especie de almeja provenía en realidad de una especie diferente de almeja. Este hecho indica que el cáncer actúa en este caso, como un de agente infeccioso que, de manera similar a la de los patógenos (virus, bacterias…), es capaz de evolucionar genéticamente para sobrevivir y reproducirse.

El tumor puede propagarse entre distintas especies de bivalvos (Nature, https://www.nature.com/articles/nature18455/figures/1)

Ah, y antes de que alguien pueda ponerse nervioso o pensar cosas raras: no, no vamos a sufrir una leucemia por comernos unos berberechos con estos tumores.

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About the Author: Alberto Morán

Licenciado en farmacia por la Universidad Complutense de Madrid. Realicé mi tesis doctoral en el Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Facultad de Farmacia. Posteriormente hice un Máster en Dirección de Empresas Biotecnológicas. Trabajé casi un año en una consultoría de biotecnología. Posteriormente fui investigador y docente en la Universidad Complutense de Madrid durante siete años. Mi carrera investigadora se desarrolló en el estudio de los mecanismos moleculares del cáncer (colon y pulmón esencialmente). En noviembre de 2012 abandoné definitivamente el laboratorio. En la actualidad soy titular de una oficina de farmacia.

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