Científico y cobaya humano
En este post voy a contar la historia de cómo un científico experimentó consigo mismo para encontrar la causa de una enfermedad.
Hasta, aproximadamente 1994, se daba por sentado que la úlcera péptica era debida a alteraciones fisiológicas (mayor secreción ácida del estómago), causas “ambientales” como el estrés o incluso al hábito de fumar y beber alcohol. Se consideraba una enfermedad crónica e incurable para la que solo existían tratamientos paliativos, no curativos.
1981. Australia. Barry Marshall, médico y microbiólogo de 30 años empieza a estudiar en el laboratorio de su jefe Robin Warren una bacteria que se había encontrado cerca de las úlceras pépticas y en casos de gastritis en estudios anteriores, aunque no se le daba ningún papel en relación con la enfermedad. Después de intentar cultivarla infructuosamente durante meses, los trabajadores del laboratorio olvidaron una muestra en el incubador durante unas vacaciones de Semana Santa. A la vuelta de las vacaciones, “algo” había crecido en la placa de cultivo. Revisando cómo habían actuado hasta entonces, se dieron cuenta entonces de que la única diferencia con los cultivos que habían salido negativos era que ahora el periodo de incubación era mayor. Es decir, hasta entonces mantenían las placas en cultivo unas 48 horas, luego las tiraban. Esta bacteria necesitaba más de 48 horas para crecer en un cultivo. Ya sabían cómo detectarla.
La bacteria, en principio parecía asociada a la gastritis. Sin embargo un estudio estadístico profundo de los de diversos pacientes demostró que en el 100% de los casos de úlcera duodenal H. pylori estaba presente. Marshall y Warren formularon la hipótesis de que la bactería podría desempeñar algún papel en otras enfermedades gástricas como la úlcera péptica o el cáncer.
Tras una larga serie de experimentos encaminados a demostrar que la bacteria era efectivamente patógena, es decir, causaba la enfermedad, Marshall intentó infructuosamente reproducir la enfermedad ulcerosa en animales de experimentación con la bacteria. No lo logró. El siguiente paso era la aplicación clínica. Logró trabajosamente una subvención estatal para llevar a cabo un ensayo clínico. Mientras tanto seguía intentando demostrar la patogenicidad de la bacteria.
Fue entonces cuando se planteó usarse a sí mismo como cobaya. Marshall decidió inocularse a sí mismo el Helicobacter pylori para demostrar la relación entre la presencia de la bacteria y el desarrollo de la enfermedad. Obviamente no informó al comité ético del hospital. Ni siquiera se lo comentó a su propia esposa hasta después de haber ingerido la bacteria.
En primer lugar se hizo una endoscopia para demostrar que su mucosa estaba sana. En segundo lugar cultivó la bacteria de un paciente con úlcera al que trató con antibióticos durante dos semanas. La úlcera era sensible a los mismos y la curación fue completa. Marshall realizó una preparación con la bacteria y se la bebió. Durante los tres primeros días no desarrolló ningún síntoma. Poco después empezó a vomitar. Su esposa se quejó de que Barry tenía “un aliento pútrido”. Una semana después, Marshall tenía ya todos los síntomas de una gastritis. Diez días después de haber ingerido la preparación se realizó una nueva endoscopia. La biopsia demostró la presencia de H. pylori en la mucosa gástrica. Por lo tanto, no quedaba duda de que la bacteria era un agente patógeno. El convertirse a sí mismo un cobaya era la única manera de intentar demostrar los postulados de Koch con esta bacteria.
Su trabajo incluyendo sus conclusiones y su experimento personal fueron publicados en 1984-85 y la revista incluso le dedicó su editorial. Sin embargo, este trabajo tuvo poca repercusión en la comunidad científica internacional, para asombro de Marshall. Poco a poco, Marshall fue completando su trabajo con una serie de ensayo clínicos que le llevaron a demostrar además que esta enfermedad se podía curar con un tratamiento antibiótico, esto es, eliminando la bacteria. Estudios posteriores fueron confirmando uno por uno todos los resultados de Marshall y, en 1994, el NIH (Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos) convocó una conferencia donde por fin donde se determinó que “en todos los casos de úlcera péptica el primer paso esencial es la identificación y erradicación de Helicobacter pylori”. En 2005 a Marshall y Warren se les concedió el Premio Nobel de Medicina y Fisiología a “por sus trabajos sobre la bacteria ‘Helicobacter pylori’ y su papel en el desarrollo de la gastritis y la úlcera péptica”.
Comic describiendo el experimento de Marshall, tomado de su discurso en la concesión del premio Nobel.