Charles Darwin y la Teoría de la Evolución

Seguro que todos habéis oído hablar de Charles Darwin y seguro que más o menos sabéis quien fue y su importancia. Hoy os vamos a contar más sobre su vida y su obra, para que le conozcáis mucho mejor.

Un poquito de su vida

Charles Darwin nació el 12 de febrero de 1809, en Sherewsbury, Inglaterra y murió en 1882 en Downe, en su país natal. Charles era el quinto de seis hermano y desde pequeño le gustaba coleccionar cosas y clasificarlas, como conchas, minerales, sellos…  Su padre era médico y su madre era hija de un ceramista tan conocido que ha pasado a la Historia como el hombre que industrializó el negocio de la alfarería, y convirtió la vajilla en un elemento de lujo. Su abuelo paterno también era un médico y naturalista muy conocido.

En 1825 ingresó en la Universidad de Edimburgo para estudiar medicina, influido por la admiración que sentía hacia su padre. Sin embargo, las cosas no fueron como estaban previstas. Enseguida se dio cuenta de que la carrera de medicina no era para él. Sentía repugnancia hacia las operaciones quirúrgicas, la mayoría de las asignaturas no le interesaban y además pensaba que con la herencia de su padre podría vivir sin dedicarse a la medicina. Tras dos años así, su padre decidió que su hijo tenía que hacer algo de provecho en la vida, y que, si no era por el camino de la medicina, podría probar el camino de la Iglesia. Tras algún tira y afloja, Charles aceptó orientar sus estudios para acabar convirtiéndose en un cura rural. Ingresó para ello en el Christ’s College de Cambridge. Pero a Darwin, definitivamente, no le iba eso de estudiar. Prefería montar a caballo, dedicarse a cazar y a salir con sus amigos. Vamos, como muchos jóvenes de su edad. Por esa época empezó a gustarle también la pintura y la música, aunque sus aptitudes para estas dos artes eran, digamos, escasas.

Sin embargo, en Cambridge conoció a alguien que fue muy importante para su vida profesional futura. Comenzó a acudir a las clases de John Henslow, un reverendo que era entomólogo y botánico y a clases de geología. Henslow fue quien, una vez acabados los estudios de Darwin, le consiguió la oportunidad de embarcarse como naturalista el barco Beagle, con el teniente Robert Fitzroy. Fitzroy estaba preparando una expedición alrededor del mundo, como luego veremos. Charles estaba entusiasmado con la idea, influido por las lecturas de Alexander Humboldt, naturalista alemán. Al padre de Charles, ya un poco desesperado con su hijo, este viaje le parecía una muy mala idea. Menos mal que el tío materno de Darwin, Josiah Wedgwood II, intercedió por Charles y logró convencer al padre para que permitiera a su hijo embarcarse.

A finales de 1831 comenzó el viaje que cambiaría la vida de Darwin… y la ciencia. En el siguiente apartado os contaremos el viaje en detalle. Pero sigamos con su vida tras el viaje. En 1836 Darwin regresó a Inglaterra y durante los tres años siguientes estuvo ocupado escribiendo el diario de su viaje, otros dos textos en los que daba cuenta de las observaciones geológicas y zoológicas que había realizado durante los cinco años de ruta y un cuaderno de notas con sus ideas sobre la “transmutación de las especies”. En 1839 se casó con su prima Emma, y en 1842 se mudaron desde Londres a Downe, debido sobre todo que Charles no se encontraba muy bien de salud. No está claro, pero puede ser que en el viaje a bordo del Beagle contrajera la enfermedad de Chagas. El matrimonio tuvo diez hijos, de los que tres murieron siendo aún niños.

Hasta 1854 Darwin estuvo muy centrado en redactar sus estudios sobre los cirrípodos, los percebes, en los que se convirtió en un verdadero experto. No fue hasta 1856, como vemos ya mucho años tras su mítico viaje, cuando comenzó a redactar sus ideas y teorías acerca de la evolución de las especies. En principio Darwin tenía pensado hacer una obra larguísima, pero en 1858 llegó a sus manos un manuscrito con una teoría de la evolución por selección natural, escrita por el naturalista Alfred Russel Wallace. Darwin era un hombre con unos sólidos principios y, aunque había llegado casi a las mismas conclusiones que Wallace de manera independiente y casi simultánea, pensó destruir sus escritos para que nadie pensara que estaba usurpando las ideas del naturalista. Charles Lyell, geólogo y el botánico Joseph Dalton Hooker le convencieron para que resumiera su manuscrito y fuera presentado por ellos dos, junto con el trabajo de Wallace ante la Linnean Society en 1858.

Una vez presentada la teoría, Darwin trabajó durante trece meses para reducir sus escritos y en 1859 publicó su libro Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida. Darwin publicó varios estudios más, hasta los últimos diez años de su vida, que dedicó a investigaciones botánicas. En 1882 falleció debido a un ataque cardíaco.

El viaje en el Beagle

El 27 de diciembre de 1831 comenzó una expedición comandada por el teniente de la marina Robert Fitzroy. El principal objetivo de este viaje, que se realizó a bordo de un bergantín llamado Beagle, era completar el estudio topográfico de la Patagonia y Tierra del Fuego, así como el lograr un mapa preciso de esas costas más las de Chile, Perú y algunas islas del océano Pacífico. Se solicitó la presencia en la expedición de un geólogo, para que realizara estudios de los terrenos de la Tierra de Fuego. Este tipo de expediciones científicas, en las que se embarcaban científicos de distintos ámbitos eran comunes en esa época. Pese a que Darwin no era el primer candidato, finalmente fue el escogido. Recordemos que tenía estudios de geología. Eso sí, las condiciones no eran desde luego las mejores: no recibiría ningún salario por su trabajo y él mismo debería pagar todos los gastos de su viaje (cosa que hizo su padre). Solo tenía 22 años y poca o ninguna experiencia como naturalista o geólogo. Como nota curiosa, os contamos que Fitzroy quiso en principio rechazar a Darwin… por su nariz. Fitzroy era un seguidor de las teorías fisiognómicas, pseudociencia que afirma poder determinar el carácter y la personalidad de una persona en función del aspecto de su rostro.

El caso es que finalmente el Beagle partió con Darwin a bordo, camino de América del Sur. El inicio del viaje no fue precisamente un placer para Charles. Sufrió continuos mareos, no toleraba la comida, el espacio que tenía para trabajar era minúsculo y, para colmo, no se entendía con Fitzroy. En febrero de 1832 llegaron a Bahía, en Brasil, donde Darwin quedó maravillado al ver por primera vez un bosque tropical. Poco después, ya en la actual Argentina, Darwin localizó y desenterró fósiles de una especie de perezosos y armadillos gigantes. Darwin, además, cazaba diversos animales, que iba estudiando en el barco y engrosando su colección. Todo esto le permitió ganar una sólida experiencia como naturalista.

Durante el comienzo del viaje, nuestro protagonista leyó los Principios de Geología de Charles Lyell (libro que se considera el inicio de la geología moderna), obra que le influyó sobremanera en el modo científico de pensar.

Una vez acabado el trabajo cartográfico de la zona de Brasil y Argentina, tiempo que Darwin aprovechó para internarse en la Pampa, el Beagle partió hacia el Pacífico. En 1834 llegó a Valparaíso (Chile) y Darwin se internó en otra exploración a los Andes. En 1835 llegaron a las islas Galápagos (Ecuador), que exploraron durante aproximadamente un mes. Darwin quedó maravillado por los reptiles de estas islas, especialmente por los galápagos. Allí, una conversación con el gobernador de la isla tuvo importancia en los estudios posteriores del naturalista. Así, le comentaron que “se podía saber de qué isla procedía cada tortuga solo por la forma de su caparazón”.  Darwin también realizó numerosas observaciones sobre los pájaros y las iguanas.

Desde Galápagos, como vemos en el mapa, el Beagle marchó a Nueva Zelanda, Australia, Tasmania y las islas Cocos. Darwin comenzó a escribir unas importantes notas ornitológicas probablemente cuando partieron de estas últimas, en julio de 1836. Durante todo este tiempo, Darwin empezó a darle vueltas en su cabeza a las diferencias morfológicas que había observado en las mismas especies de aves (y de galápagos) en las distintas islas. Y comenzó a pensar que las “especies no eran inmutables”. Tras pasar por Ciudad del Cabo y volver a las costas de Brasil, el Beagle regresó, por fin, a Inglaterra en 1836. Para entonces Darwin ya tenía un gran prestigio como naturalista, gracias a que había ido enviando cartas con sus investigaciones y observaciones, tanto geológicas como biológicas a diversos compañeros, em particular al reverendo Henslow, del que hemos hablado antes. Estas cartas Henslow las daba a conocer en la Philosophical Society de Cambridge.

¿Por qué Darwin es importante? Frutos del viaje del Beagle

El viaje de Beagle reportó varios logros científicos obtenidos por Darwin. Así, tenemos constancia de que Darwin elaboró una teoría sobre la formación de los arrecifes de coral o que estableció la estructura geológica de algunas islas como Santa Elena.

Sin embargo, lo más importante del viaje es que sus observaciones como naturalista sembraron el germen de los que posteriormente sería la Teoría de la Evolución. Esta es una de las teorías científicas más importantes y proviene, originalmente, de observaciones realizadas por Darwin como la semejanza entre la fauna y la flora de las islas Galápagos con las de América del Sur, o las diferencias morfológicas entre ejemplares de una misma especie animal o vegetal en las distintas islas. Hay que entender el contexto de la época de la que estamos hablando. En el siglo XIX aún se pensaba que las especies eran una creación divina y que eran inmutables. La Teoría de la Evolución negaba esto y afirmaba que las especies eran resultado de la evolución en el tiempo y, aunque aún no se comprendía bien como se producía, introdujo, junto con Wallace el concepto de selección natural como base de esa evolución. El concepto de selección natural implica que los animales de una misma especie compiten entre ellos por comida y por la reproducción. Los que tienen más éxito en estos aspectos, es decir, los que se adaptan mejor al entorno, son los que logran reproducirse y por tanto sus rasgos se transmiten a la siguiente generación. Con el paso de suficiente tiempo, estos rasgos acaban prevaleciendo. Por ejemplo, si tener un pico fino y delgado permite a algunos pájaros llegar a flores con un néctar más nutritivo, esto les permitirá estar mejor alimentados, ser más fuertes y por lo tanto tener ventaja a la hora de luchar por una pareja reproductiva. Al “tener preferencia” estos especímenes de pico largo a la hora de reproducirse, el rasgo “pico largo” será cada vez más común.

Aquí os dejamos un vídeo muy ilustrativo de la Teoría de la Evolución:

Como hemos visto en el apartado de su vida, Darwin tardó bastante en poner por escrito su teoría sobre la evolución de las especies. Parece ser que una vez elaborada y escrita su teoría Darwin tenía miedo de hacerla pública porque imaginaba que no iba a ser bien recibida, en especial, por los sectores más conservadores de la sociedad. Finalmente, y como hemos visto más arriba, El origen de las especies fue publicado el 24 de noviembre de 1859. Como Darwin se temía, la Teoría provocó un fuerte escándalo, también en la comunidad científica.

Darwin también escribió sus ideas sobre el origen de la vida. Nunca dejó estas ideas escritas en un libro, pero sí tenemos constancia de ellas gracias a cartas como la que envió en 1871 a su amigo Joseph Dalton Hooker, naturalista. En ella dice textualmente “Si pudiéramos concebir en algún pequeño estanque cálido con todo tipo de amoníaco y sales fosfóricas, luz, calor, electricidad presentes, que un compuesto proteico se formó químicamente, listo para sufrir cambios aún más complejos…” Es importante recordar que Darwin escribió esto antes de que se conociera la existencia del ADN o el ARN. De hecho, ni siquiera hasta 1902 se supo que las proteínas eran cadenas de aminoácidos.

Para los más interesados en Darwin, os dejamos un enlace a su autobiografía.

café con la cienciaPremio a la mejor publicación científica 2021 de la Fundación Científica de la AECC para nuestra editora María Arechederra
plaquetas artificialesPlaquetas artificiales universales, una nueva terapia avanzada

About the Author: Alberto Morán

Licenciado en farmacia por la Universidad Complutense de Madrid. Realicé mi tesis doctoral en el Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Facultad de Farmacia. Posteriormente hice un Máster en Dirección de Empresas Biotecnológicas. Trabajé casi un año en una consultoría de biotecnología. Posteriormente fui investigador y docente en la Universidad Complutense de Madrid durante siete años. Mi carrera investigadora se desarrolló en el estudio de los mecanismos moleculares del cáncer (colon y pulmón esencialmente). En noviembre de 2012 abandoné definitivamente el laboratorio. En la actualidad soy titular de una oficina de farmacia.

¡Compartir artículo!

3 Comments

  1. Jardinería en Madrid 2022/03/31 at 9:05 pm - Reply

    Buenísimo artículo. Gran labor divulgativa..aquí tenéis un seguidor!!!

    • Alberto Morán 2022/04/22 at 4:20 pm - Reply

      Muchas gracias, un saludo

Leave A Comment

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.